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- Relato "Las ofrendas", 3er premio en el 'I Concurso de Relatos Chsuticieros: "El Dios de los Mutilados" '
(off-topic) Relato "Las ofrendas", 3er premio en el ' I Concurso de Relatos Chusticieros: "El Dios de los Mutilados" '
El relato ha quedado en un magnífica 3er puesto que me hace mucha ilusión y de premio se lleva además una estupenda ilustración del propio Claudio Cerdán:
Como extra, este modesto blog literario se lleva además una más que magnífica promoción en la web de Chusticieros, y espero que esto me obligue a, de una vez por todas, retomar esta historia, tanto tiempo aparcada en los confines de mi mente...
Por supuesto, muchas gracias tanto a Chusticieros como a Claudio por el certamen y el premio, y muchas gracias también a quienes han comentadado el relato. Del certamen me enteré gracias a la web El Arte de la Literatura, así que gracias a ellos también.
Capítulo 1 - Miskatonic
El profesor Thomas Roderick había terminado su jornada en la Universidad de Miskatonic -ubicada en el centro de Arkham, una pequeña ciudad de Massachussets, en Nueva Inglaterra- y se disponía a abandonar su despacho cuando vio, tirado en el suelo, justo delante de la puerta, un extraño sobre color ocre. Lo recogió, ligeramente asombrado, y se dispuso a abrirlo, cuando el teléfono comenzó a sonar. El rector, un hombre muy mayor pero incansable, que seguramente moriría antes de jubilarse debido a su negativa a abandonar la Universidad, le instó a acudir a una reunión que en esos momentos se estaba celebrando en su despacho. Roderick acudió ipso facto, guardándose el sobre en un bolsillo interior de la chaqueta.
-Bien, señores... La situación es grave, pero empezaremos ahora mismo a tomar medid...
Roderick golpeó tres veces en la puerta, interrumpiendo de esa manera al rector, que le dejó pasar. Su cara, ya de por sí arrugada y amargada, mostraba una preocupación de gran calibre. Roderick no sabía a qué se debía, ni el porqué de aquella reunión, pero comprendió enseguida que algo -algo grave, seguramente- estaba ocurriendo. En la reunión también estaban, sentados alrededor de una amplia mesa ovalada, el contable de la Universidad, el director del bufete de abogados que representaba a la Universidad y todos los miembros del consejo de dirección del propio centro. Una reunión muy seria, desde luego.
-Pase, Roderick, pase -la voz del rector era condescendiente y, sin duda alguna, ocultaba algo-. Precisamente quería hablar con usted en este mismo momento...
Una media hora después, Roderick salía cabizbajo del despacho del rector. Por lo visto, la situación económica de la Universidad dejaba bastante que desear y se hacían necesarios unos cuantos recortes económicos. Y la primera víctima de dichos recortes había sido él, Thomas Roderick, pues, en palabras del propio rector, "Sus clases quizá sean las más interesantes, pero probablemente también las menos útiles para los alumnos". En definitiva, le habían despedido, aunque, gracias a la intervención de uno de los consejeros, Jacob Laramie (sin duda uno de los mejores y más grandes -literalmente- amigos de Roderick), había conseguido que el rector le permitiese continuar con su investigación en la Universidad de Miskatonic.
Thomas Roderick tenía 46 años, y llevaba los dos últimos impartiendo clases de "Literatura de las ciencias ocultas" en aquella universidad. En un principio comenzó como profesor substituto en las clases de literatura, pero acabaron ofreciéndole aquella asignatura, de carácter optativo, y que ahora pretendían eliminar (a mitad de curso, además). Pero, en realidad, la intención de Roderick al entrar en la Universidad de Miskatonic era la de poder estudiar de cerca la vida del escritor H. P. Lovecraft, y encontrar pruebas de la verdadera existencia del Necronomicón. En los dos años que llevaba allí no había podido avanzar nada en su investigación; por las pruebas que (no) había conseguido, parecía que el Necronomicón tan sólo existió en la mente de Lovecraft, pero Roderick se negaba a pensar así. Estaba convencido de su segura existencia. Y estaba dispuesto a demostrarlo. Para ello, sabía que tenía que seguir investigando en la Universidad de Miskatonic, seguir profundizando en la enorme biblioteca que allí se había encontrado. Tarde o temprano, se toparía con el Necronomicón. Por suerte, aunque oficialmente ya no trabajaba allí, sí le habían permitido continuar con su investigación. Pero... ¿cómo se iba a ganar entonces la vida? Bueno, pensó Roderick, ya habrá alguna manera...
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En Arkham, Nueva Inglaterra, las cosas no iban nada bien. Había desaparecido un niño de tres años -el cuarto ya en lo que iba de semana- y la gente comenzaba a tener mucho miedo. La policía andaba revolucionada y totalmente desconcertada, pues apenas tenían pistas que aclarasen las misteriosas desapariciones. Aparte de los policías, había alguien más investigando el caso por su cuenta. Era Claire Roderick, la hermosa hija de Thomas Roderick, una joven de 24 años recién cumplidos, de larga melena rubia (como su madre) y penetrantes ojos azules (como su padre). Fue contratada por los padres de la segunda víctima, una niña de cinco años que desapareció a principios de semana, cuando jugaba tranquilamente en un parque. Con las siguientes desapariciones, la histeria comenzaba a adueñarse de la ciudad, y ya apenas se veía, no sólo niños, sino tampoco adultos, por la calle.
Claire, a pesar de ser una magnífica investigadora (perfectamente aleccionada por su padre), andaba igual de perdida que la policía. Los niños habían desaparecido sin razón aparente, y sin que hubiera quedado ningún tipo de prueba que pudiera aclarar los hechos.
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Universidad de Miskatonic. Unos pasos avanzaban en la oscuridad, por una especie de pasadizo secreto, varios metros por debajo del sótano de mayor profundidad. Quien fuera, parecía moverse con soltura a pesar de la negrura. Iba tanteando el lado izquierdo del estrecho pasadizo, hasta topar con una vieja puerta de madera carcomida, que daba a una pequeña habitación, levemente iluminada con un par de velas. Dicha habitación apenas contenía muebles: un destartalado escritorio con gran cantidad de libros y escritos, y un pequeño armario, cuyo contenido no estaba a la vista. En una esquina, alguien (o algo) se ocultaba tras una manta. Su respiración era lenta pero profunda, como si cada movimiento le costase una barbaridad.
-Amo... -quien iba por el pasillo resultó ser Harold, uno de los viejos conserjes de la Universidad-. Ya le he entregado el sobre.
-Muy bien, pequeño...-la voz que salió bajo la manta era grave... oscura... no parecía del todo humana, posiblemente debido a un leve gorgoteo al pronunciar las vocales. Harold se estremeció al oírla, como siempre. Nunca había visto cara a cara al dueño de aquella voz, pero tampoco lo deseaba. Simplemente sabía que era su amo, y debía obedecerle-. Pronto... muy pronto... seré libre.
Presentación
Saludos a todo aquel que pase por aquí. Lo primero de todo, aclarar que éste va a ser un blog donde me gustaría desarrollar un relato del que aún sólo conozco su título: "Buscando a Lovecraft". Aún no tengo muy claro cómo se va a desarrollar, y apenas tengo esbozado su punto de partida. Tan sólo sé que estará relacionado con la obra literaria de H. P. Lovecraft.
Howard Phillips Lovecraft nació en 1890 en Providence (EEUU), y murió en 1937. Escribió infinidad de relatos fantásticos y de terror, creando, con el apoyo de algunos escritores y amigos, lo que se ha llamado "Los mitos de Cthulhu", ciclo narrativo donde prima el horror cósmico y donde acechan unos seres primordiales, muy anteriores al hombre en la Tierra. Para dotar de una apariencia de credibilidad a este universo terrorífico, Lovecraft y sus compañeros nombraron en sus relatos ciertos libros esotéricos, algunos reales y otros inventados para la ocasión, entre los que destaca el Necronomicón, tal vez la mayor y mejor invención de Lovecraft.
El Necronomicón
Pero la idea de la posible existencia del Necronomicón no deja de ser atractiva (de una forma quizás un tanto macabra), y es precisamente con esa idea con la que me gustaría jugar en mi relato. Insisto, no sé cómo saldrá porque, de momento, sólo tengo este punto de partida. Espero, al menos, comenzar lo antes posible.
Hasta pronto...